miércoles, 5 de septiembre de 2007

Hacia una filosofía de la música en la educación

Por J. Francisco Stout V. Ed. D

La música es una de las expresiones más hermosas del ser humano, al igual que la palabra.

Estos dos componentes del lenguaje traducen la interioridad del hombre. Su interacción no es tan sólo psíquica, sino también física, pues el sonido, al igual que el pensamiento, se transmite mediante ondas que producen una respuesta en las personas. De esta manera, el hombre llega a ser lo que piensa y lo que piensa está poderosamente influenciado por la palabra y la música.

Patrick L´Echevín declaró: “La música es el arte más comunicativo; el único que permite traducir el dolor del cuerpo o del alma sin describirlo, pues es un lenguaje universal”. De ahí que la música traduce al hombre en su totalidad.

Max Schoen, sostenía que “la música, tiene efectos medidos y definidos sobre el cuerpo y la mente, es el estímulo más poderoso conocido entre los sentidos perceptivos”.

Los atributos y efectos de la música en la formación de valores en el ser humano no son descubrimiento hechos por los musicólogos y científicos modernos, sino que datan desde tiempos muy remotos.

De los antiguos hebreos sabemos que su gran líder Moisés más de 1400 años a.C. instruyó a los educadores israelitas para musicalizaran las palabras de la Ley de Dios con el propósito de reforzar el proceso enseñanza – aprendizaje de los valores que ellos consideraban formativos en las nuevas generaciones. De esta experiencia se comenta:

“Mientras los niños mayores tocaban instrumentos musicales, los menores marchaban y cantaban en concierto, el cántico de los mandamientos de Dios. En los años subsiguientes retenían en sus mentes las palabras de la ley, que aprendieron durante la niñez” (White, 1995).

Aristóteles, mantenía que la música imitaba directamente una pasión o estado de ánimo, como la bondad, la ira, el valor, la temperancia y sus oponentes. De aquí que cuando uno escucha la música que imita cierta pasión, uno se satura de la misma pasión.

Si por largo período de tiempo y en forma habitual la persona escucha esa música que despierta pasiones innobles, su propio carácter se convertirá en innoble. (Stefani, 1993)

Platón y Aristóteles, en sus respectivas tesis, La República y la Política, contribuyeron a la influyente doctrina griega del ETHOS, que dio a la música una función sin paralelo en la formación del carácter, ya que esta:
Podía estimular la acción.
Podía fortalecer y también debilitar la voluntad
Podía estimular al oyente hasta el punto de excitar por encima y más allá de sí mismo, a un estado de éxtasis.

Howard Hanson, quien fundó la Escuela de Música Eastman, es citado por Blanchard (1991), hablando del efecto de la música en el carácter de la siguiente manera:

La música es un arte curiosamente sutil con innumerables y variadas connotaciones, está formada por varios ingredientes y de acuerdo a los propósitos de estos componentes, puede ser suavizante o vigorizadora, ennoblecedora o vulgarizante, filosófica u orgiástica tiene poder tanto para lo malo como para lo bueno.

La música merece ocupar un lugar importante dentro de la educación del carácter, pues es una fuente enriquecedora de valores. La adecuada combinación del ritmo, la melodía y la armonía, propicia la elevación del potencial cultural de la persona.

Por otra parte, la música desarrolla en el ser humano las capacidades sensoriales y psíquicas, así como todo el potencial de su personalidad. Por lo tanto, como educadores, no deberíamos perder de vista el valor del canto y la música como un medio en el desarrollo integral del educando.

Seis aspectos en que la música afecta el desarrollo del carácter del educando o del que se somete a ella según (White, 1987):

Poder para elevar o degradar.
Poder para subyugar naturalezas rudas e incultas
Poder para avivar el pensamiento
Poder para despertar simpatía
Poder para promover armonía de acción
Poder para desvanecer la melancolía y el presentimiento que destruyen el valor y el esfuerzo

Por lo tanto, el papel de música en la vida del hombre es ayudarlo a hacer descubrimientos sobre el significado de la vida (Hamel, 1973). Esto nos da una compresión que desde el punto de vista epistemológico y humano, la música provee una avenida hacia la verdad y el conocimiento. A la luz de estos postulados, enmarcados en el proceso de la formación integral del individuo, el área musical no puede considerarse aislada de las restantes áreas educativas; en su organización, metodología y objetivos se ha de tener necesaria y equilibrada interrelación con las demás áreas que rigen este proceso. Desde el punto de vista axiológico, y en un marco filosófico de la educación integral, el proceso educativo estaría incompleto sin el desarrollo de las facultades estéticas o artísticas, no con vista a la formación de futuros artistas, sino pensando en los valores eminentemente formativos que su práctica implica para toda persona culta o cultivada.

Georges Duhamel quien es citado por (Siegmeister, 1980) declaró: “La música constituye una forma excelente de ejercicio intelectual y emocional; la música es una disciplina para la voluntad y merece, por lo tanto, un lugar de honor en cualquier sistema educativo, en la educación cívica y social”.

Es probable que no haya ninguna otra actividad cultural y humana que sea tan generalizada y que impacte, modele y determine tanto el comportamiento como la música y que haya sido descuidado en el proceso educativo.

Las investigaciones en este terreno, han encontrado el tipo de música efectivo para el logro de objetivos determinados. Pues al modificar tono, armonía, ritmo, volumen, timbre y tiempo, todo un conjunto de procesos corporales pueden ser afectados. Y estos a su vez pueden influir sobre nuestras emociones y estado de ánimo, y pueden también afectar el comportamiento e inclusive la toma de decisiones (Stefani, 1993).

Es altamente significativo descubrir como educadores, que la música produce su impacto en la porción del cerebro que registra las emociones, sensaciones y sentimientos sin pasar necesariamente por los centros cerebrales que involucran la razón y la inteligencia. En otras palabras, la música puede tener un impacto en nosotros sin que nos demos cuenta.

El impacto subconsciente y no condicionado de la música es evidente en estudios realizados por la ciencia médica en infantes prematuros. Por ejemplo la revista Prevention en el número de junio 1989, informó “Cuando la Canción de Cuna de Brahams fue prescrita para los recién nacidos, los resultados fueron impresionantes. Los niños subían de peso más rápidamente y podían salir del hospital, en promedio una semana antes que los bebés que no escuchaban la música, lo que permitía ahorrar $4,800 dólares por niño”.

La influencia de la música en la toma de decisiones fue puesto de manifiesto en un estudio sobre compras impulsivas, esta investigación realizada en la Universidad de Loyola en Chicago, demostró que las ventas de un supermercado fueron 38,2% más altas cuando una música suave se escuchaba por los pasillos, que cuando se tocaba música similar pero más rápida.

Una de las compañías que más se interesa en la investigación de aplicaciones no recreativas de la música, es la compañía australiana Muzak. En uno de sus folletos se hace la siguiente afirmación: “Guiados por una Junta de Asesores Científicos, hemos producido programas que incluyen música para mejorar la habilidad de aprendizaje y el desarrollo de los estudiantes”.

La evidencia del poder de la música sobre el ser humano es abrumadora, y como educadores con una filosofía integral, es nuestro deber reconocer que la naturaleza de la música es tal que puede ser una herramienta eficaz en el desarrollo de los valores estéticos y morales, que podemos inculcar en nuestros educandos si es sabiamente usada. Por tal razón recomendamos:

A los maestros, informarse e investigar cómo la música puede ayudarles en el logro de una nueva dimensión en el proceso enseñanza-aprendizaje.
A los directivos educacionales, mantener en la escuela un ambiente musical adecuado en ciertos momentos como al entrar a clases, o durante el receso o al salir del aula.
Estimular y apoyar la formación del coro y la banda de la escuela.
Fortalecer las clases de arte con un fuerte programa de apreciación musical.
Promover eventos culturales como conciertos y recitales didácticos.
A los padres, vigilar y promover un ambiente adecuado de buena música dentro del hogar.
A los medios masivos de comunicación, tener espacios con programaciones musicales como conciertos de alto valor cultural y programas de apreciación musical.

BIBLIOGRAFÍA

Blanchard, John. El Rock Invade la Iglesia. Evangelismo y Música. Editorial Ebenezer. Barcelona, España. 1991.

Gretchen L. Finney. Musical Background for English Literature 1580-1650

Hamel, Paul. The Christian and his Music. Review and Herald Publishing Association, Washington D.C.

L´Echevin, Patric. Musique et Médecine. una compañía Teleprometer de Australia.

Mereaux M. y Bence L. Guía Muy Práctica de Musicoterapia. Editorial Gedisa. 1990.

Schoen, Max. The Psichologu of Music.

Robert E. Orenstein y David S. Sobel. Getting a Dose of Musical Medicine. Prevention 41. Junio, 1989.

Siegmeister, Elie. Música y sociedad. Editorial Siglo XXI, Bógota, Colombia. 1980

Stefani, Wolfgan. ¿Pero qué no es Sólo Música?. Revista Dinámica, Enero – Junio, 1993.

Stout, Francisco. Filosofía y Música. Universidad de Montemorelos; N.L. México, 1996.

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Vandor, Ivan. The Role of Music in the Education of Man: Orient an Occident. The World of Music 22, 1980.

White, Elena G. La Educación. Asociación Publicadora Interamericana, México. 1987.

White, Elena G. La Voz su Educación y Uso Correcto. Asociación Publicadora Interamericana, Colombia. 1995.